Si hay algo que ya es característico de
Venezuela son las colas; colas en el ascensor, colas en los bancos, colas en
los supermercados, colas en las autopistas, colas y colas, y ¿al final? más
colas… deberíamos ver esa materia en el colegio y así venir preparados para lo
que nos toca al independizarnos.
Lo más frustrante de todo es que no sabemos
a quién echarle la culpa por eso, si a la falta de mantenimiento, a la falta de
organización, la mala atención o simplemente a nuestro caos personal, que
claramente reflejamos a la hora de conducir.
He visto iniciativas por parte de las
autoridades de tránsito en manejar los cuellos de botella, comunes en las horas
pico, a través de conos y barricadas; pero, viendo las dos caras de la moneda
como conductor : por una parte sigo las reglas y me “encabrono” porque otros
simplemente no les importe y usen el hombrillo como un canal más; y por otra,
tengo más de dos horas en un trayecto que debería tomar 10 min, si depende el llegar por
fin a mi casa pasarle por encima al resto, lo haría.
Lo cierto es que la anarquía crece en cada
uno de nosotros, no sólo manejando sino también en otras partes, incluso la
famosa viveza venezolana con los carritos de supermercado, nunca falta una que
llegue con cara de perdida preguntando ¿Esta es la cola? Cuando es obvio que lo
único que busca es una “coleaita”.
Creo que los verdaderos culpables de todo
esto somos nosotros, no sé en qué momento se nos perdieron ¡los cojones y los
ovarios! a todos los venezolanos. Ya es costumbre dejar que nos traten mal, que
jueguen con nuestro tiempo en colas infinitas y que tengamos pésimas carreteras
y vías urbanas. Se supone que hay
responsables por estos servicios, los cuales nos cobran a través de impuestos
sin resultados evidentes; pero los mismos, sólo se preocupan por descontarlos
más no por cumplir su cometido.
¡Es hora de organizarnos! de saber que para
pasar, primero debe hacerlo el que está delante de ti, es una regla básica, no
es que el otro sea mejor o más “vivo” que tú. Debemos exigir mejores vías de tránsito, pero
ya no a través de palabras sino de acciones. Darnos cuenta que si tenemos
hambre no basta con expresarlo, si queremos un mejor salario no basta con
desearlo, si soñamos con un mejor país, el “querer” ya no es suficiente…
José Laurencio.