
A mis 29 años de edad y ya con tantas vivencias que
quisiera repetir, otras que desearía borrar.
Los días son tan cambiantes, la verdad muy bruscos como para
mantenerte neutral ante ellos.
Nunca pensé que una simple salida a cenar, casi sin hambre, sólo
por la excusa de distraer la mente me diera nuevamente una perspectiva que,
aunque también la viví en algún punto de mi vida, en estos momentos se
encuentra vagando en lo más profundo de mi subconsciente.
El estar frente a un bebe que no tendría ni su primer año cumplido
desde su nacimiento.
Su mirada perdida en cierta forma, por su falta de
comprensión de muchas de las cosas que lo rodean.
Pero sin dejar dudas con su mirada que mama está justo ahí,
enfrente de él, lo cual le da esa tranquilidad y seguridad que siempre ha
sentido junto a ella desde que estaba en su vientre.
A su lado, ya conoce el sentimiento de pertenencia. Conoce la
risa, al verla haciéndo caras; que hay otros a su alrededor parecidos a ella,
pero que desconoce, por lo cual no puede evitar mirarlos fijamente, haciendo
que su cerebro y todo su sistema madure y recicle información.
Entre esas personas estaba yo...
Al regalarme esos escasos segundos de su tiempo me permitió
recordar cuan apacible e interesante debe ser esa etapa para todos nosotros.
Un mundo donde lo bueno y lo malo no tienen definición aparente,
donde sólo existe el aprendizaje, las emociones en su forma más pura. Tan
indefenso y a la vez tan independiente.
Creo que precisamente eso es lo que nos provoca
compasión y nos activa el sentimiento cuando los vemos.
Algo tan real, para nada ficticio, donde todo lo que ves es lo que
es. No puedes hacer otra cosa que maravillarte y darte cuenta que donde
sea que te encuentres en tu vida, en un momento fuiste él.
Ojalá tuviéramos los adultos la capacidad de volver a ese estado
de simplicidad, donde todo lo que nos dicen y lo que vemos es lo que realmente
significa.
Un espacio donde la mentira no tiene sitio, donde no existe pena o
vergüenza de explorar y demostrar lo más puro que tenemos…nuestra inocencia.
José Laurencio.
Excelente, felicitaciones de veras que seria un regalo de dios que por unos instantes regresáramos a la niñez, quizás encontraríamos muchas respuesta a nuestras preguntas. continua adelante saludos.
ResponderBorrarMuy bueno, describe una cosa muy cierta que en la psicologia esta descrita y es cuando el niño reconoce su entorno con precisión, de hecho lo hace a los 8 meses y el primer rostro es el de la madre; por otra parte pudiera añadir que el deseo de volver hacer niño es algo que todos algún día soñamos, el regresar a ese punto donde teniamos un gran iceberg de curiodades y ser esa alma inocente que no conoce mentiras tal cual lo describes, me encanto, saludos
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